Si eres un ahorrador que está buscando productos de bajo riesgo, rentas regulares y plena disponibilidad en el medio-largo plazo, es muy posible que lo tuyo sean las cuentas y depósitos bancarios.
Estos productos te ofrecen una rentabilidad que normalmente va en consonancia con los tipos de interés oficiales, aunque depende en buena medida de la política comercial de cada entidad. Este interés se abona de forma periódica, normalmente una vez al mes, y se calcula como un porcentaje sobre el volumen de dinero que tienes en ese producto.
Bajo riesgo
El nivel de riesgo es reducido, ya que no estás sujeto a los vaivenes de los mercados, pero tampoco es nulo. Tus ahorros entran dentro del balance del banco donde contratas la cuenta o depósito y puedes verte en problemas si la entidad entra en quiebra. No obstante, para cubrir esta eventualidad, que en general suele ser poco probable, cuentas con un colchón de seguridad: el Fondo de Garantía de Depósitos (FGD).
EL FGD es una especie de “hucha” a la que contribuyen todos los bancos y cuyo propósito es proteger a los clientes en caso de que una entidad se vaya a la quiebra. Si eso sucede, y el banco no dispone de efectivo para restituir los ahorros a sus clientes, el FGD responder de forma subsidiaria, hasta un máximo de 100.000 euros por titular y entidad.
Recuerda que el FGD sólo actúa para cuentas y depósitos, no para otro tipo de inversiones, como fondos, planes de pensiones o acciones. Esto es así porque estos últimos productos nunca entran a formar parte del balance de la entidad y, por tanto, no implican riesgo de contraparte ni requieren de un FGD que proteja los derechos de los clientes.
En definitiva, las cuentas y depósitos proporcionan un grado de seguridad bastante elevado, con una remuneración fija. Pero, ¿qué te conviene más: un depósito o una cuenta? ¿Son compatibles? Te contamos los pros y contras de cada uno.
Cuentas corrientes (mejor si son remuneradas)
Las cuentas corrientes, o a la vista, son un producto con el que el cliente puede depositar su dinero en una entidad bancaria y recuperarlo siempre que quiera sin penalización. Por lo tanto, son el paradigma de la liquidez y del bajo riesgo.
Las cuentas corrientes pueden incorporar una remuneración o no. Esto depende de la estrategia comercial de la entidad. Muchas entidades no remuneran en absoluto a sus clientes, mientras que otras lo hacen sólo durante un periodo temporal concreto o siempre que se cumplan una serie de condiciones, que normalmente están relacionadas con la contratación de otros productos del banco o con el ingreso de la nómina/recibos.
Por otro lado, es aconsejable valorar también los gastos ligados a la cuenta, desde la comisión de apertura, mantenimiento y cancelación, hasta la comisión por la emisión de tarjetas o la realización de transferencias bancarias. Aquí de nuevo entra en juego la política comercial de cada entidad, ya que algunas cobran todas o algunas de estas comisiones y otras no cobran ninguna.
La principal ventaja de una cuenta frente a un depósito es la liquidez, ya que puedes recuperar tu dinero siempre que quieras sin experimentar penalización ninguna. Tampoco perderás los intereses que tu cuenta haya generado hasta ese momento. Ojo porque la liquidez a veces puede resultar un hándicap, si eres una persona con dificultades para controlar el gasto.
Depósitos, la opción más rentable
En cuanto a los depósitos, se trata de productos bancarios en los que el cliente confía su dinero a la entidad durante un plazo determinado. A cambio, recibe unos intereses por parte del banco. Por otro lado, si el cliente retira el dinero antes de que venza el producto, el banco le aplica una penalización.
Por tanto, la diferencia fundamental con una cuenta a la vista es que se trata de productos a plazo fijo, con un vencimiento determinado (las cuentas no lo tienen) y que además penalizan al cliente si retira su dinero antes de que este vencimiento se produzca.
En cuanto a la penalización, suele ascender al conjunto de los intereses generados hasta ese momento. Por tanto, si el cliente quiere recuperar el dinero invertido en un depósito antes de que se cumpla el plazo, no perderá el capital invertido pero sí una buena parte (o el total) de los intereses que se hayan generado, cosa que no ocurre con las cuentas remuneradas.
En el lado de las ventajas, los depósitos ofrecen rentabilidades algo más jugosas que las de las cuentas corrientes, ya que han de compensar la falta de liquidez que presentan con respecto a estas. Por otro lado, cuanto mayor sea el plazo del depósito, mayor suele ser la rentabilidad ofrecida (en términos de TAE)
En cuanto a los inconvenientes, son productos que no están pensados para que retires el dinero antes del vencimiento.
Con cuál me quedo
Ahora que ya tienes claro en qué consiste cada producto ¿cómo seleccionar el más adecuado para ti? La cuestión clave es la liquidez. ¿Hasta qué punto necesitas imperiosamente tener el dinero disponible desde el primer día? Si es así, el producto ideal es la cuenta corriente remunerada, ya que podrás retirar el dinero cuando quieras y, mientras tanto, estará generando intereses para ti, aunque sean modestos.
La cuenta es ideal para los colchones anti imprevistos, o el grueso del ahorro que tengamos destinado a ese propósito. O en términos generales como producto puente hasta que decidas cuál va a ser tu siguiente inversión.
No obstante, si hay una parte de tu dinero que crees que no vas a necesitar en un periodo determinado, puedes optar por un depósito. La propia iliquidez del producto puede jugar a tu favor, ya que te ayudará a comprometerte con tu meta de ahorro sin caer en la tentación de gastarte el dinero, a menos que realmente sea necesario.
Además, tienes la tranquilidad de saber que, si surge un gasto repentino, podrás recuperar tu dinero de un día para otro (de forma total o parcial). El banco te penalizará con los intereses generados hasta el momento, pero nunca perderás el capital principal.