Empatía con la comida: mirar más allá del plato

Estamos en un restaurante, vamos a pedir unas raciones y digo: “Yo soy vegetariana”, y pum, empieza el desconcierto entre los comensales. “¿Esto puedes comerlo?”, “¿Y esto otro?”, “¿Qué haría yo sin jamón serrano?, “¿O sin un buen solomillo?”.

Es curioso cómo la carne ha pasado a ser fundamental en nuestra dieta cuando, antiguamente, comerla era algo excepcional, casi un acto de celebración. El día de la matanza era un acontecimiento importante porque las familias llevaban tiempo alimentando a un animal, cuidándolo para que, llegado el momento, tuvieran carne para todo el año. Hoy, en una especie de mundo al revés, comer carne se considera casi una necesidad diaria y se va a una matanza en una excursión de fin de semana como actividad turística.

Parece que hemos perdido la conciencia de lo que implicaba alimentar a ese animal para poder subsistir y del valor de su vida. El consumo mundial de carne se ha multiplicado por más de cuatro desde 1960 y se tiran toneladas que ni siquiera llegan a consumirse.

Hemos transformado a los animales en objetos, tanto por el uso que que hacemos de ellos como por cómo los nombramos, ya que también los transformamos con la palabra. No decimos “una rebanada de vaca”, sino “un filete de ternera”. Usamos el lenguaje como anestesia: descontextualizamos al animal y lo convertimos en producto. Decimos “producir carne” en lugar de alimentar, vacunar y matar. ¿Lo camuflamos por resumir o para no tener que ver lo que hay detrás de esa producción?

Creo que el lenguaje ayuda bastante a que se siga produciendo a mogollón y consumiendo a mogollón, y evita que pensemos en la vida que hubo antes del plato. Yo también elegí no pensarlo demasiado durante años, quizá porque era incómodo de ver y así dolía menos y porque la mayoría a mi alrededor no sentía lo mismo que yo y no quería ser diferente. Pero cuando algo te parece injusto, callar también es una forma de aceptar. Y a mí me resulta injusto que matemos animales de forma masiva por costumbre, biología o tradición, sin tener en cuenta el consumo real que hacemos de ellos.

Sí, somos omnívoros, pero también somos seres con conciencia. Podemos ver que esta especie de producción en cadena quizá no es tan necesaria como parece y mirar con empatía lo que hay detrás de lo que comemos. ¿O es que solo las personas veganas y vegetarianas son capaces de sentir empatía? Hay estudios que dicen que sí tienden a mostrar mayores niveles de empatía afectiva que las personas carnívoras, especialmente hacia los animales. Sin embargo, no creo que ser vegano garantice ser más empático con el mundo, del mismo modo que comer carne no implica insensibilidad absoluta. La empatía no se mide por la dieta, sino por la conciencia con la que tomamos decisiones. Hay personas que no comen productos animales por salud o por el planeta, y otras que, aun siendo carnívoras, tratan a los animales con respeto y gratitud.

Al final, no se trata de comer carne o no, sino de mirar un poco más allá de lo que hay detrás de cada elección. De volver a darle valor a la vida, incluso a la que no es la nuestra.

¿Te lo hemos explicado bien?

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