Cuando hablamos de estrategias a contracorriente en inversión, pocas son tan famosas —y a la vez curiosas— como la de «los perros de la bolsa” o Dogs of the Dow. Consiste en invertir en las diez acciones con mayor rentabilidad por dividendo del índice Dow Jones de la bolsa americana. La lógica es sencilla: estas compañías suelen estar infravaloradas o pasar por momentos complicados, por lo que, según los principios del value investing, podrían generar mejores retornos futuros.
El término lo acuñó el gestor estadounidense Michael O’Higgins en los años 90 en su libro «Beating the Dow» (Batiendo al Dow). Posiblemente porque, de algún modo, ese tipo de valores “persigue” al mercado como perros fieles.
El inversor compra esas diez acciones y las mantiene durante un año. Al cabo de ese periodo, se repite el proceso: vende las anteriores y compra las diez con mayor rentabilidad por dividendo en ese ejercicio.
Para 2025, la lista incluye compañías como Verizon (con una rentabilidad por dividendo del 6,8%) Chevron Corporation (4,50 %), Merck y Coca‑Cola, entre otros.
Rentabilidad recurrente
Esta estrategia puede sonar muy simple, pero lo cierto es que en determinados periodos históricos ha ofrecido rendimientos superiores al mercado. La cuestión es ¿funciona de manera consistente? La literatura académica ofrece resultados mixtos. Por ejemplo, algunas fuentes señalan que en el periodo 1957-2003 los Dogs lograron una rentabilidad anualizada del 14 % frente al 11 % del Dow Jones, lo que representa una ventaja relevante.
Sin embargo, otros análisis matizan que, una vez se incluyen todos los costes de transacción, impuestos y datos de periodos recientes, no hay evidencia sólida de que los “perros de la bolsa” superen al mercado de forma recurrente. Dicho de otra manera: la estrategia puede funcionar en ciertos momentos, pero no es una garantía infalible.
El estilo ‘contrarian’
Existen muchas otras estrategias a contracorriente que intentan aprovechar patrones similares: invertir en sectores en declive esperando que se produzca su recuperación o bien apostar por acciones muy castigadas tras caídas bruscas. Incluso técnicas denominadas «de momentum inverso”, que compran lo peor del último año esperando que repunte.
Una de ellas es la filosofía contrarian. Consiste en apostar deliberadamente por aquello que la mayoría de los inversores evita. La lógica es simple: cuando el mercado está asustado, vende en exceso, lo que hace que se generen oportunidades de inversión.
Los inversores contrarian buscan compañías, sectores o activos que estén “out of favor” (en inglés, caídos en desgracia), pero con fundamentos sólidos. Por ejemplo, acciones de una empresa castigada por malas noticias que sólo deberían afectarle de manera temporal, o sectores que atraviesan un bache cíclico. La clave está en la paciencia: no basta con ir a contracorriente, hay que mantener la inversión mientras otros huyen.
Históricamente, algunos inversores famosos, como Warren Buffett en sus primeras décadas, han demostrado que, aplicando criterios contrarian, es posible superar al mercado. Pero ojo: no es un estilo para todos; requiere tiempo, información y tolerancia al riesgo, porque a veces el castigo del mercado no es tan desproporcionado, o irracional, como parece.


